Hace tiempo te hablé de los diferentes tipos de termómetro que había conocido al convertirme en madre. Hoy, te hablaré de esos momentos en los que tienes que usarles, bien porque hay unos mocos verdes que se agarran al pecho como si llevasen arnés, porque existe una bacteria que hace acampada en el oído de tu retoño o también, como ha sido el caso del Miniser desde hace 3 días, porque un premolar jugaba a imitar a un iceberg, enseñando sólo un piquito amenazador. En estos casos, o por otros motivos en los que ves que tu pequeñx está más irritable que Falete a dieta, te equipas con termómetro en mano, sea del tipo que sea, y los Pin y Pon de las medicinas infantiles, léase Dalsy y Apiretal, en la otra, decidida a no permitir que su cuerpecillo sufra los malestares de la fiebre. Hasta que de repente, te dicen que últimamente, lo que los médicos están pautando, es no tratar la fiebre. ¡¡¿Qué qué?!! Pues eso, que según últimas teorías, o por lo visto, en realidad antiquísimas teorías, la fiebre es un mecanismo de defensa ante una infección, y aplacándola, lo que conseguimos es eliminar el malestar que genera pero no acabamos con el bichejo infeccioso que se ha instalado en el paciente, por lo que han de pautarnos entonces antibiótico. Así que, como la fiebre además de signo de alarma de que han entrado invasores en nuestro cuerpo, tiene también cuerpo de seguridad integrado, por lo visto cuando sube y la dejamos bajar sola, lo que hace es acabar con el invasor malvado que tenía a nuestro organismo echo una piltrafilla. Ahora bien, si ahora indican que lo mejor es dejar que la fiebre suba y baje como un ascensor pesado sin que hagamos nada más que mantenernos fresquitos e hidratados, ¿debemos hacer caso?. La verdad, es que no sé tú, pero yo a veces dudo hasta de mi nombre con tanta información que varía de un segundo a otro. Me refiero que lo mismo que hace unos años era bueno comer huevos y ahora no más de tres por semana, que si no abusases del pescado azul y ahora come atún hasta mojado en el café, que si toma aspirina para todo (yo estaba enganchada a la infantil, ummmm que rica era) hasta que el ibuprofeno llegó y todos renegamos de las maldades de la pastillita con una cruz blanca… Me refiero a que no sé qué pensar al respecto, sobre estas indicaciones médicas, cuando en un mismo centro de salud, dos pediatras no se ponen de acuerdo ni con la edad a la que introducir el pescado.
Porque por una parte, en el rincón derecho, con bata de colores, campeón del peso pesado de la botica y varios miligramos según el peso del paciente, Eeeeeellllllll Antitérrrrrrrmico!!!. Y por otra parte, en el rincón izquierdo,con batín natural 100% ecológico, una púgil novata que se está abriendo paso en los últimos campeonatos mundiales, Laaaaaaaa Fiebrefiliaaaaaaaa!!!. Duro combate para que lo presencie una madre primeriza. Porque sí, porque si es tu cuerpo, o el de tu Manfriend, o más a mi favor, el de un amigo-familiar que por mucho que le quieras no vas a tener que ver cómo hace temblar hasta el sofá con sus escalofríos febriles, pues no te importa probar las últimas tendencias y vestirte la convicción con el prêt à porter de dejar que la fiebre haga su trabajo. Pero cuando es tu Miniser, que tiembla, lloriquea, y tiene el cuerpo como un hornillo encendido de la vitro, pues dudas, y quieres paliar ese malestar, el de él y el tuyo por verle así, tan apagadillo, tan indefenso.
Y viendo este combate llevo tres días, en los que a ratos gana la amiga de la fiebre pero al poco suma puntos el bote naranja que está en la mesita. Esperemos que la punta del iceberg alojada en la encía, deje pronto paso al resto de tesoro que se esconde bajo ella. Mientras llega ese momento, os dejo dos enlaces que me han parecido interesantes. El primero es el blog de la Dra. Shora en el diario digital El País. Me ha gustado por su claridad y detalle, aunque contradiga totalmente la opinión de mi pediatra, bueno, la del Miniser, que es de las más rápida de la zona repartiendo recetas (y dándote directamente la medicación incluso en la propia consulta, aún siendo de la sanidad pública, vamos, una temeraria). Después, puedes leer este otro artículo de Mi Pediatra Online, donde llega a una conclusión intermedia y deduce un posible motivo para esta farmacofobia, como él llama.
Por último, te invito a que pases por este blog, donde de manera divertida, el Dr. Martínez nos habla de su día a día en una consulta pediátrica.
¿Tú eres más de fiebrefilia, o fiebrefobia?